Sostenerse en la tensión
SAGRADA FAMILIA
CICLO A
Eclo 3,3-7. 14-17; Sal 127; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15. 19-23
Sostenerse en la tensión
La imagen de familia que resalta en el evangelio de Mateo, nos permite meditar que el misterio de la vida del ser humano, lleva el sello de una doble tensión; por un lado, la necesidad de custodiar la vida familiar, el amor y el desarrollo de cada miembro. Por otro lado, la necesidad de sostener un proyecto mayor de familia en el plan de Dios.
Quien piensa con seriedad en la familia, sabe muy bien que en ella se encuentra la piedra que sostiene a toda sociedad humana; la familia contiene un sinnúmero de valores que el mundo necesita: es el primer lugar donde se aprende el amor, el perdón, la solidaridad y el respeto. Es desde la familia que puede construirse cualquier sociedad y desarrollar las capacidades más altas del ser humano.
Siendo tan bella la familia, parece contradictorio que se vea amenazada por los poderes e ideologías de todos los tiempos; a veces hasta por las mismas autoridades, quienes en principio de toda ley positiva, están obligados a custodiarla. Por eso escogemos esta idea para nuestra reflexión: sostenerse en la tensión. Igual que la familia de Nazaret, que interpretando las amenazas y peligros de su tiempo, se ve obligada a emigrar en un primer momento, y después a regresar a su lugar de origen, para cuidar el proyecto de Dios.
Hoy podemos descubrir nuestra familia en tensión; en una sana tensión que nos permita seguir generando la unidad, la vida y el amor que todos necesitamos.
Pero, ¿cómo sostenerse en la tensión?
Intentemos estas tres actitudes:
1 -Hay que honrar la familia
A veces tenemos que aprender a honrar. Sobre todo las nuevas generaciones, para las cuales el honor pueda ser un valor un tanto lejano.
En la literatura sapiencial de Eclesiástico, encontramos esta escuela: el respeto a los padres como veneración, implica entender que detrás de la autoridad paterna, está la autoridad de Dios.
Podemos ir más allá en la decisión de honrarnos mutuamente, no solo de los hijos a los padres sino de ellos para con los hijos. Si entendemos que la bendición de Dios viene a confirmar la vocación de toda familia, y gozamos de experimentar la belleza de la comunicación de nuestra vida, nuestros sentimientos más profundos y el amor. Mientras con más sentido de familia vivamos, más clara tendremos nuestra identidad personal. En este sentido, para ser individuo, hay que ser primero comunitario.
La satisfacción de cuidar de nuestros padres en la vejez, más que una carga es un don preciso que nos empata en correspondencia de la misma vida, del amor y del futuro de la humanidad.
2 -Hay que trabajar por la armonía del amor
Ésta no puede venir de la buena intención de un solo miembro de la familia, es necesario estar atentos para multiplicar la riqueza del amor. Entender que más allá del amor solitario y egoísta, está el amor de comunión, el amor que brota de saberse uno en la expresión bella del amor de cada uno de los miembros de la familia.
San Pablo, en la segunda lectura, nos asegura que Dios nos eligió, nos consagró a Él y nos dio su amor, por eso podemos ser a semejanza suya: magnánimos, humildes, afables y pacientes en nuestras relaciones de familia. Implica poner atención a nuestros sentimientos mutuos, que son orientadores del rumbo del amor familiar. Implica entender el sentido del vínculo de la perfecta unión y de la paz a la hora de tomar decisiones de familia o comunidad.
La familia es buena consejera y educadora. ¿Cuánto tiempo hace que no me dejo enseñar o aconsejar? ¿Cuánto trabajo para que el amor en mi familia circule con armonía?
3 -Cuidar la familia desde el plan de Dios
Parece pretencioso, pero es real; aunque nuestra familia pudiera parecernos ordinaria, Dios tiene un proyecto concreto que hay que descubrir y cuidar. No es sencillo, se requiere a veces intuir desde la fe. Como José, que en un día como hoy, se deja guiar no solo por la lógica de su entendimiento, sino por la intuición como hombre de fe.
Ojalá que cuidar nuestra familia, no nos empuje a la migración territorial, a un exilio en el que tengamos que dejar parte de nuestros signos de pertenencia. Pero si es preciso, podemos emigrar ideológicamente para sostener el valor de la familia, la vocación materna de la mujer y el don precioso de la vida.
José ha sido generoso, se abrió al proyecto de Dios, gracias a esto entendió más allá de sus propias categorías. Igual que él, nosotros podemos ser instrumento dócil de Dios, a través del cual proteja nuestras familias y la gran familia humana.
Sostengámonos en la tensión familiar.