enero 2014


Este evangelio de Mateo, a diferencia de Marcos, subraya el hecho de que Juan Bautista se resiste a bautizar a Jesús.
¿Cuál es la razón? Que Juan reconoce a Jesús como Mesías.
Si se opone a bautizarlo es porque el tipo de bautismo que él realizaba era de conversión y de juicio; por tanto, un bautismo para pecadores, que intentan dar muerte a su pecado; esto no coincide con el Mesías, que no tiene pecado y que es vida plena.
 Jesús insiste en ser bautizado “para cumplir todo lo que Dios quiere”; además, para inaugurar su bautismo  que es de compromiso y de misericordia; un compromiso de vida, de dar la vida.
Es un compromiso tan grande y elevado que una vez que es bautizado, Dios responde: “Al salir Jesús del agua… se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios”.
A partir de su bautismo, quedó garantizada una comunicación ininterrumpida de Dios con Jesús expresada por el Espíritu Santo manifestado en forma de paloma.

 Al centro del episodio del bautismo en Mateo, encontramos estos dos contenidos:
Dios está en medio de nosotros, a través de Jesús, y viene para salvarnos.
Jesús es Dios, acreditado por su Padre, y es capaz de entrar en la esfera divina.
Gracias al bautismo, nosotros recibimos la vida nueva de Dios, la vida de la gracia que nos capacitó, en Jesús, para entrar en relación personal con el creador.
Esto lo recibimos para toda nuestra vida terrena y para la eternidad.
Como respuesta a este gran don de nuestro bautismo, podemos comprometernos con la vida, dar la propia vida por el proyecto de Jesús.
De manera especial hoy, cuando vivimos en medio de un mundo de muerte, que vive un compromiso pobre por la vida.
Intentemos tres actitudes:

1 -Comprometámonos como siervos

 Es decir, no con nuestras solas fuerzas, sino sostenidos por nuestro Señor, el mismo que anunciamos. Él nos da su gracia, y no nos condena.
 Nuestra misión como siervos, es hacer brillar la justicia de Dios.
El orgullo de los siervos es que su Señor brille majestuoso con su poder.
 Comprometerse como siervos, implica tener la sensibilidad de los más pobres y alejados.
Nuestro compromiso ha de venir desde abajo, como anuncia el profeta Isaías, en la primera lectura, se traduce en abrir los ojos de los ciegos y sacar a los cautivos de la prisión y a los que habitan en las tinieblas.
Porque los siervos, sabemos lo que significa estar ciego y preso.
 En este sentido, implica entender que, aunque hemos recibido el Espíritu de Dios por el bautismo, no somos los dueños.

2 -Ayudando a salir de las dudas de fe

 Pedro cayó en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas; los que nos comprometemos a dar vida, estamos llamados a pasar como Jesús, haciendo el bien, haciendo sentir la paz de Jesús Mesías.
 Muchos deben experimentar que Jesús abraza nuestra condición humana y acepta a todo el que practica la justicia.

3 -Comprometámonos como ungidos

Es decir, como llenos de Espíritu Santo y del favor de Dios.
Como creaturas nuevas. La experiencia sensible de Jesús, al ver descender al Espíritu Santo en forma de paloma, alude al Génesis 1,2 el principio de la creación.
Ahora podemos entender que con el bautismo se culmina esta creación y nosotros somos una nueva creatura, capaces de la plenitud humana y divina.
 Fuimos ungidos para la misión, para liberar y experimentar el favor de Dios.
Hemos de hacer visible nuestra nueva creación, nuestra nueva hechura en Dios.
Estamos capacitados por el Espíritu para complacer a Dios.
¿Cómo hacemos que Dios tenga en nosotros sus complacencias?


 El relato de la adoración de los “Reyes Magos”, es un pasaje luminoso y sorprendente que provoca de inmediato nuestra imaginación. La verdad que describe el evangelista Mateo ––que es el único que narra este episodio––, radica primero: en entender que Dios se manifestó al mundo, introduciéndose en la historia envuelto en su propio misterio. Que a partir de la Encarnación nadie es extraño, todos somos hermanos. Y luego: en descubrir que el Niño Dios, es un Rey superior a todos los reyes de la tierra; que viene de más lejos que cualquiera y trae dones superiores a los meramente humanos. Que es un Rey que rige por la justicia, la paz el amor. Y, por tanto, un Rey que rompe las barreras geográficas, culturales, políticas y religiosas.
 Si reflexionamos con calma la simbología de este relato tan colorido, podremos recoger mucho fruto espiritual. Pensemos cómo buscar al gran rey, desde nuestra propia experiencia de vida, desde nuestra propia ciencia, humana e intuitiva. Hacerlo es algo muy importante, de manera especial ahora, cuando vivimos en medio de un mundo acostumbrado a la comodidad; en el que ya pocos quieren salir de sí mismos y de su confort, para ir al encuentro de la vida y de la persona humana. Podemos buscar al estilo de esos “Reyes Magos”, saliendo de nuestro pequeño reino. Hay que partir de la certeza de que en el Nacimiento del Niño Dios, se está cumpliendo el designio que Él mismo trazó desde antiguo. No alcanzarlo sería quedarnos en la penumbra, de frente a una realidad más grande y luminosa que cuanto hemos conocido.
Intentemos tres actitudes para encontrar a nuestro rey

1 -Hay que levantarse
 Empezar a resplandecer como comunidad e individualmente, aceptando que nos llegó la hora de la luz y de la gloria de Dios, como anuncia Isaías en la primera lectura. Podemos ver desde la fe, cómo todo aparece tan claro cuando las tinieblas que nos tienen sometidos, empiezan a disolverse.
 Hoy podemos levantarnos y caminar, convertirnos en buscadores del misterio de Dios; hemos de abandonar las maneras ficticias de levantarse, como son las dinámicas de auto-estima o las drogas para pasar la noche o la depresión. Si salimos a buscar, guiados por la fe y la esperanza, encontraremos los dones de Dios.

2 -Hay que interpretar los signos
 Los Reyes Magos, con todos los conocimientos que habrían podido acumular en su vida, supieron que no habían llegado al tope del conocimiento científico y teológico; no tenían, por ejemplo, la totalidad del conocimiento sobre: la verdad, la vida y el amor.
 A través de esta simbología nos enseñaron la igualdad de los hombres ante Dios, y que ante Él no hay excluidos.
 Nosotros hoy podemos hacer vida la autenticidad del nuevo rey y seguir su rastro. San Pablo nos recuerda, que la gracia de Dios se nos confía por revelación. Solo así se puede entrar en el misterio. Debemos interpretar con humildad y con certeza los signos que aparecen ante nuestros ojos. Y entender que por medio del evangelio, todos los pueblos de la tierra somos coherederos de la misma herencia en Jesucristo Rey.

3 -Hay que adorar como nuevos reyes
 Sin perder nuestra dignidad, nos adherimos al proyecto superior que viene en Jesús. No perdemos nada, al contrario, crecemos en nobleza y en la paz.
 Adorar así, implica gozar de la pareja real: el Niño con su madre. Y entregar nuestros dones como sumisión y, al mismo tiempo, como alianza. Al ofrecer nuestros dones iniciamos una atenta observación y escucha de los signos de Dios y de los hombres: la búsqueda de la verdad, la perseverancia en el camino, la sensibilidad para entender los sentimientos más profundos del ser humano, tales como: la alegría, la adoración, la ofrenda de sí mismo a Dios.

Diocesis de Celaya

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